martes, noviembre 08, 2011

Unas vacaciones diferentes


Disfruto enormemente viajando. Descubrir paisajes, colores, otras culturas, distintas gastronomías,……es, para mí, muy excitante.
Tengo que admitir también que, al recordar y contar a otras personas mis experiencias viajeras, sigo disfrutando. En ocasiones, disfruto esos recuerdos más todavía que cuando en realidad los viví.

Si hay un viaje amortizado y disfrutado en este sentido es el que hicimos a Holbox en las Navidades de hace ocho años.

Llegar hasta la isla de Holbox desde Cancún, primero en coche y después en barca, fue una odisea que duró seis horas. Cuando al fin llegamos, lo hicimos agotados, doloridos y mojados.

El hotel en el que teníamos previsto quedarnos, nosotros y un matrimonio amigo, no estaba acabado así que nos alojaron en unas amplias y pintorescas cabañas de madera con techos de palma en la mismísima arena de la playa. Nos sentíamos los Robinsones españoles. Estábamos encantados!

El segundo día de nuestra estancia abrimos el grifo y no había agua, se había acabado. El agua, que se almacenaba en depósitos situados sobre las edificaciones, llegaba hasta allí haciendo prácticamente el mismo viaje que hicimos nosotros y, según nos comentaron, se acababa con relativa frecuencia. Pasamos cuatro días sin una ducha en condiciones pero, nos dábamos unos fenomenales baños en el mar y, aunque nos picaba un poco, todo el mundo sabe que eso es buenísimo para la piel.

La falta de agua en la cisterna de WC fue mucho más problemática pues habitábamos la cabaña tres personas.

Aún así, en ningún momento perdimos la sonrisa, estábamos decididos a disfrutar de nuestros días de vacaciones en ese lugar tan especial.

A partir del tercer día empezamos a fijarnos en unas pelotillas negras que día tras día aparecían sobre las blancas sábanas de la cama. Creímos volvernos locos pensando en qué podrían ser.

Una mañana la vi. Una hermosa iguana, de unos 60 cm. de largo, me observaba desde el techo de palma de nuestra cabaña. Ella vivía allí. Durante el día sesteaba al sol por fuera pero, al llegar la noche, se deslizaba a través de algún agujerillo entre las palmas, al interior de la cabaña donde se encontraba a salvo del relente y de la brisa marina. Evidentemente, durante la noche, le daba pereza salir para hacer sus necesidades.

Hacia el sexto día de nuestra permanencia en Holbox entró lo que allí llaman un norte, nosotros lo llamamos depresión tropical. Durante dos largos días el cielo se oscureció y la lluvia y el viento azotaron la isla. El mar, tan tranquilo hasta entonces, se embraveció de tal modo que se colaba bajo las puertas de nuestras cabañas prácticamente hasta la mitad de las estancias. Llegar al pueblo a comer, montados en un carrito de golf (único medio de transporte en la isla), era toda una aventura.


Ahora voy a pedirles un pequeño ejercicio de imaginación; Cierren los ojos e imaginen que es 31 de Diciembre. La tormenta tropical está en su máximo esplendor pero estamos todos de acuerdo; Eso no podrá fastidiarnos la NOCHEVIEJA. Mi marido y mi hijo (debidamente trajeados) y yo, con vestido largo, rojo y zapatos de tacón a juego, nos subimos al carrito de golf, que está totalmente empapado, cubriéndonos como podemos con grandes bolsas de basura para conseguir llegar a la cena de gala del hotel. Delante de nuestro vehículo circula el carrito de nuestro matrimonio amigo. El conduce levantando la bolsa de basura de su cabeza lo justo para descubrir sus ojos y mi amiga, a su lado se hace un ovillo para mojarse lo menos posible. Nosotros, desde atrás, comentábamos la situación y nos debatimos entre las carcajadas y las lágrimas.

Están sonriendo? Pues sepan que el resto de nuestra celebración de la última noche del año 2.002 estuvo totalmente coherente hasta el final.

Cuando por fin pasó el norte, nos sentimos aliviados y volvimos a nuestros agradables paseos por la playa, a nuestros ceviches para comer y quesadillas para cenar pero, la isla de Holbox, todavía nos deparaba una sorpresa más. Un día, al salir a cenar, una nube de diminutos mosquitos nos agredió. Nos mirábamos unos a otros incapaces de creer lo que veíamos. Estábamos literalmente envueltos en una nube negra e informe de pequeños mosquitos que nos picaban sin compasión. Tenían el tamaño de cabezas de alfileres y picaban como si lo fueran. Cuando llegamos al restaurante, el camarero (un lugareño con mucho humor) nos comentó que para el Jején, así lo llaman, lo mejor es untarse de aceite. Le preguntamos porqué el aceite evitaba las picaduras y nos contestó: “No señores, ni modo de que el jején, no pique pero, el aceite los aprisiona y mueren pegados a uno como castigo por ser tan picosos”. El Jején nos martirizó durante dos días más, en los que brillábamos (a consecuencia del aceite) como verdaderas y vengativas estrellas de cine.


Estuvimos en Holbox unos 10 días y todos ellos nos brindaron increíbles y excitantes experiencias.

Nadamos en un espectacular cenote en el que el agua, de puro clara, parecía inexistente, visitamos una isla cercana que a las 17,00 h. se convertía en el dormitorio de millares de exóticas y variopintas aves, asistimos al apareamiento en la arena de la playa de cientos de cangrejos herradura…..y algunas otras maravillas que no citaré para no extenderme demasiado.

Desde entonces, hemos planeado volver a Holbox en más de una ocasión pero al final, desechamos el destino, creo que todos sabemos que es imposible superar la experiencia allí vivida y el recuerdo que de ella atesoramos


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