jueves, abril 26, 2007

LA VIVIENDA MODERNISTA

 Ursula se dio los últimos retoques frente al magnífico espejo de su dormitorio.
Se había puesto su mejor vestido y sin embargo el espejo le devolvía una imagen que le costó reconocer.
A pesar de sus 29 años, su cara no tenía buen color, había sombras grises bajo sus ojos y el vestido le quedaba claramente holgado.
Lo cierto es que hubiera sido extraño que su cara y su cuerpo no exteriorizasen tantos disgustos, problemas y desgracias como le había tocado sufrir en los últimos meses.

Víctor, su marido, había fallecido tras una larga y penosa enfermedad, cinco meses atrás. Enfermedad que, además de con su salud, había acabado con las arcas del matrimonio.

Los últimos cinco años habían pasado mas tiempo en el balneario de Caldas, en Oviedo, que en su propia casa.
Víctor, a los dos años de casarse, desarrolló una tuberculosis. Los médicos, al principio, no le dieron mucha importancia pero le aconsejaron que pasara seis meses en el balneario haciendo “curas de aguas” y de reposo.
Cuando regresaron Víctor parecía estar repuesto pero, a los cuatro meses tuvieron que volver a Caldas pues la enfermedad reapareció con fuerza. Una mañana cuando Ursula despertó vio que su marido dormía todavía a su lado. Parecía respirar con dificultad y había una mancha de sangre bajo su cabeza. El Dr. Le envió de nuevo al balneario de Caldas, y esta vez le dijo que permaneciera allí un año entero.
A partir de ese momento, cada vez que Víctor se encontraba suficientemente fuerte y decidía bajar a Madrid una temporada a ocuparse de sus negocios, volvía al balneario agotado, deprimido y con un claro avance de la enfermedad que le aquejaba.
Esa fue la vida de Ursula los últimos años. En el balneario, hicieron algunos amigos con los que tomar el te y charlar un rato pero todos acababan por irse, bien a su casa totalmente recuperados o bien al seno de Dios, si no habían podido superar su enfermedad.
Ursula nunca se acostumbró a esas noticias que invariablemente le llegaban mientras disfrutaba del desayuno en el agradable comedor. Leyó mucho sentada en el invernadero mientras Víctor tomaba el sol en la tumbona y dio grandes paseos por los senderos campestres que rodeaban el balneario.

Cuando su marido murió, Ursula se dio cuenta de que su casa, la casa que Víctor hizo construir para ella a un famoso arquitecto Belga, estaba en manos de los acreedores. Le dieron seis meses para marcharse de allí.
Recorrió con los ojos una vez más su dormitorio. La cama, la cómoda y el espejo eran tres piezas bellísimas, de madera clara, llenas de voluptuosas líneas curvas. Ese era el elemento que unía todas las estancias de la casa: El movimiento.
Parecía que la casa estaba viva, no seguía los patrones impuestos por la arquitectura de la época y a Ursula le gustaba imaginar que había brotado de la tierra para ella.
Cerró la puerta de su dormitorio y bajó la hermosa escalera que llevaba al Hall. Quizá esa escalera fuese la pieza más especial de la casa. Era un armazón de hierro visto y en el aire del cual salían ramificaciones a modo de tallos de hiedra que formaban tanto el soporte como el ornamento de la balaustrada y continuaban, a modo de dibujos, en las paredes. Esta continuidad no acababa allí. Donde estos tallos dibujados en los muros se encontraban con la única ventana del Hall se convertían en vidrio y continuaban después de la vidriera abrazando el muro.
Atravesando el salón, Ursula salio al pequeño jardín de la parte trasera de la casa. Estaba sostenido por un esqueleto metálico visto y buena parte de el se encontraba cubierto por una especie de casita de cristal a modo de invernadero. Era lo que Víctor y ella llamaban su jardín de invierno.
Volvió sobre sus pasos y se sentó en una de las butacas que acompañaban el velador central del Hall. Este era de planta octogonal, la maravillosa escalera de hierro bordeaba los muros de buena parte de el y al mirar hacia arriba una gran claraboya mostraba el cielo azulado y claro durante el día y la luna y las estrellas en las horas nocturnas.
Tuvo que hacer acopio de toda la fuerza y el valor que le quedaba para levantarse de allí y atravesar la puerta de salida.

Ursula se dirigió a casa de su hermana que, cuando se enteró del estado económico en el que se encontraba, la acogió en su casa a cambio de que se ocupase de la educación musical de sus hijos.
No quiso mirar hacia atrás, sabía exactamente lo que encontraría. La fachada de su casa era estrecha, de tres pisos, se arqueaba en las esquinas y en el centro donde se encontraban la ventana en el piso bajo y los balcones en los dos superiores. Armazones de hierro visto adornaban las esquinas y soportaban el peso de los balcones. Las rejas de las ventanas, que parecían surgir serpenteantes del interior del edificio, eran la admiración de todo el que pasaba por allí.
Había caminado ya algunos pasos. Se detuvo, consciente de donde se encontraba y, sin volverse, pensó que si se diera la vuelta en ese momento, podría ver la pirámide de cristal (claraboya) que coronaba aquella casa que tanto amaba y que tan poco tiempo había podido disfrutar.

viernes, abril 13, 2007

LA VIVIENDA EN EL RENACIMIENTO




12, Junio de 1.569



Espero, amigo Diego, en la fortuna que al recibo de estas letras goces de buena salud y el alumbramiento de tu esposa, previsto como estaba para el mes de Mayo, te haya colmado de dicha. Es varón como esperabas?

Hace escasos quince días que me hallo en casa de mi tío Andrés de Ayala. Como te contaba en mi anterior carta, enterarse de que había acabado mis estudios de ingeniería y hacerme llamar para que pudiese ayudarle en sus proyectos arquitectónicos fue todo uno.
Nada más llegar me di cuenta de que, si bien mantiene una enorme agilidad de pensamiento, sus piernas no le responden como antaño.
En el pasado, gocé de su compañía en no pocas ocasiones pero, nunca me había dado cuenta de su gran pasión por lo que hace y sus enormes conocimientos de Cantería, Rejería y cualquier otra disciplina que tenga que ver con la arquitectura.
No dudo que los años que pase en su casa, ayudándolo en sus proyectos, van a ser para mí de inestimable valor para el futuro.
En estos últimos seis años, se ha construido para sí, en la Plazuela del infante Don Sancho, una casa que es su orgullo y donde ahora yo resido.
Como sé que este tema es también de tu interés, voy a explicarte someramente las características de su nueva casa que, ya es conocida fuera de las murallas de esta ciudad, por su innovador estilo y su belleza.
La fachada es de concepción horizontal y consta de dos cuerpos. En el primero, sobre zócalo, hay dispuestos una serie de vanos adintelados y coronados por un frontón triangular.
La portada principal, adintelada también y con columnas jónicas, queda coronada por ángeles que sostienen, sobre filacteria, el escudo de armas de la familia de mi tío Don Andrés de Ayala.
A la derecha de la puerta principal se disponen en hilera seis grandes anillas de hierro para las cabalgaduras.
En el cuerpo superior, separado del inferior por sencillas molduras, se rasgan los vanos hasta convertirse en balcones que quedan perfectamente alineados sobre los vanos del cuerpo inferior. Estos balcones están dispuestos sobre pequeñas peanas, enmarcados por ligeras molduras y rematados por una cornisa sobre la que descansan frontones de arco abierto.
Corona toda la fachada una gran cornisa volada con un friso de grandes ovas.
Tras la portada adintelada, y ya en el interior de la casa, encontramos un gran zaguán que da acceso al patio. Este patio, intimista y reducido, está porticado a dos alturas. En el piso inferior, lo soportan columnas anilladas y en el superior arcos de medio punto. En las enjutas de los arcos del piso superior hay sencillos relieves pétreos con los signos del zodiaco.
La parte interior del alero, así como el techo de la escalera que parte desde una esquina del patio, están decorados con un magnífico artesonado.
Entrando en el patio, a la izquierda está la cocina así como todas las dependencias auxiliares y también la salida al huerto trasero.
A la derecha se encuentran varias salas de recibir y el comedor. Todas ellas son espaciosas, y están adornadas con oleos y tapices.
Las ventanas tienen cristales emplomados y cortinajes de terciopelo.
En el piso superior hay media docena de dormitorios. El que yo ocupo, consta de una gran sala en la que hay un velador con dos sillas en una esquina, una mesa de trabajo cerca del balcón para que esté convenientemente iluminada y dos alcobas, a las que se accede por grandes arcos con cortinajes de terciopelo verde. Ambas alcobas tienen camas matrimoniales.
Los muebles son de maderas nobles, caoba, cerezo, nogal, …
En fin, amigo Diego, yo era conocedor de que mi tío tenía un buen pasar pero esta casa le debe haber costado no pocas bolsas de Escudos de Oro.
Callo ya y salgo a dar mi acostumbrado paseo de antes de cenar. Esta ciudad es realmente agradable de recorrer en esta época del año.
Espero que puedas gozar pronto de unos días de vacaciones y te acerques a visitar a este amigo que te recuerda con cariño y queda ansioso por abrazarte de nuevo.

Francisco Molina